Tomorrow, tomorrow. Those are words. You love flowers. How about tomorrow ?
Sallaberry, 52
Esperando la noche
Sigo sin entender por qué los pasos de Joël hacen resonar las calles de Argel con una extraña melancolía. ¿La suya? ¿Mezclada con la de otros? Desde el Milk Bar, siempre presente con su letrero de espejo, hasta Bab el Oued, que inventó a los pieds-noirs para olvidarlos mejor. Y también llegar hasta el RUA y darse un baño el en elegante club del puerto, y entretenerse viendo a los chavales saltar al agua desde los muelles. No, esto no es Bodas en Tipasa de Camus, es Au Biseau des Baisers, la película de Guy Gilles de 1959, hecha realidad un momento para revelar la eternidad de un país que se ha convertido en imaginario.
¿Por qué esta cortina negra de transparencias etéreas no flota a voluntad del viento siroco, cargado de la arena roja y el calor abrasador del África negra? Aquí en Madrid. Con sus calles populares alejadas del centro. La cortina negra es una mantilla que cubre la realidad, un gesto de contrariedad en el rostro amado. ¿Un anuncio de duelo por un amor? ¿Por una amistad? ¿Por un recuerdo? Para confirmar un mañana que no consigue hacer olvidar la hierba recién cortada con su olor de verano. Un viaje que quiere ser el de mañana. El viaje hacia otro amor, o quizás hacia el mismo amor. Uno que no esté aún agotado, del que solo se aprecien sus primeras siluetas que no dejan adivinar la clave de su devenir. Que sigue siendo misterioso, casi como el triunfo de lo inacabado.
Mañana. Mañana. Sin embargo, los objetos se acumulan en las huellas profundas del recuerdo. Viejos cordones de zapato, leña muerta, borlas indias que atraen la buena suerte y que podrían encontrarse en una corrida, manchadas de la sangre de los toros vencidos. «Tomorrow, tout morose», cantaba Jeanne Moreau, que tanto le gusta a Joël.
La cortina se vuelve azul, una nube que apela a la infinitud del recorrido en el espacio-tiempo por la galería. La aleatoriedad de colores podría recordar a las tintoreras de Mali, pero no, no hay más orden que el gesto de sumergir la tela blanca, más o menos plegada o desplegada, en una mezcla de pigmentos más o menos densos. El tintorero es Joël, convertido en el maestro de los colores que evitaba hasta hace poco. Los suyos prefieren el negro del que nacen las profundidades del drama. Un negro que no tarda en invitar al blanco, para estar a su lado o ser su eterno complemento.
Tapices, collages, tejidos cosidos y teñidos, neón y objetos dispersos, como formas que adopta el deseo informe, como presentimientos de amor. Es posible que el arte sea eso.
Jean Loup Pivin
París, marzo de 2019
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Joël Andrianomearisoa
“Tomorrow, tomorrow. Those are words. You love flowers. How about tomorrow?”
13 Abril - 29 Julio, 2019
Texto de Domenico de Chirico
Sabrina Amrani, Madrid
La fuerza de impacto de la obra de Joël Andrianomearisoa, el calco que dejó en el espacio, su huella, siempre ha tenido un carácter ostentosamente presente. La energía que genera recuerda continuamente su presencia, enfatiza la falta de tiempo, un espacio creado a partir de leyes cronológicas, una incisividad que sacude el monocromo. Este aspecto que constituye la totalidad de la producción artística de Andrianomearisoa juega con el no-tiempo, destacando así su repetición, marcando el ritmo de un no primero y un no después, al usar referencias que hunden sus raíces en ritos antiguos y por lo tanto parecen mirar al pasado; lo que realmente hacen es sacar a la luz, en términos visuales y espaciales, los comienzos viscerales de la humanidad, las raíces no cronológicas pero inextricablemente constitutivas de la naturaleza humana y su forma de ser en el mundo.
El uso que Andrianomearisoa siempre ha hecho de diferentes herramientas expresivas se presenta aquí en toda su riqueza de detalles que destacan la excelencia procesal y el significado básico dictado por el pliegue, la meticulosidad: aspectos a través de los cuales el espacio revela los secretos del color, sus evoluciones y su densidad. La operación llevada a cabo por el artista para esta exposición personal puede parecer a primera vista una contradicción con lo que se ha dicho hasta ahora, especialmente si el acento se pone en la fuerza expresiva y casi pungente de las obras presentadas, cuyas agujas invisibles molestan al aire, o tal vez estimulan su retirada para hacer espacio al avance de una dimensión trinitaria o destructiva de cualquier división espacio-tiempo.
En realidad, la división propuesta por el recorrido dentro del espacio expositivo es una posición irónica real, sutil y profunda al mismo tiempo con respecto a la concepción del tiempo. El cuestionamiento en relación con el significado más oculto del pasado, el significado más apropiado del presente y el más probable del futuro se investiga aún más profundamente cuando el artista utiliza estos compartimentos cronológicos considerándolos como diferentes momentos de su trayectoria artística y, por lo tanto, utilizándose a sí como conejillo de indias.
La entrada a la galería consiste de la presencia de una obra titulada Dark Sky (2013), que actúa como una representación del pasado, pero que da la impresión de ser una puerta a la revelación de la obra en sí. El visitante se encuentra con que debe lidiar con un juego cuyo propósito consiste en encontrar la entrada real al espacio de la exposición, lo que subraya la dificultad intrínseca de entrar en contacto explícito con la obra y, una vez que se encuentra la forma correcta de entrada, se revela la luz, la revelación se cumple. Parece como si se entrara en el proceso creativo del artista, ese proceso hecho solo de momentos en los que la forma se revela en su dimensionalidad y en la que la duración bergsoniana encuentra su vértice de expresión: una ausencia temporal en la que el gesto creativo perdura en su manifestación absoluta.
La segunda parte de la exposición consiste en una instalación que se refiere al presente: a través de un conjunto de obras, suspendidas o no, se presenta la producción más reciente del artista y lo que se hace visible aquí no es el tiempo, la obra de arte como tal. Los elementos compuestos de espejos, además de ser constitutivos de toda la obra, actúan como un juego visual de reflexiones del pasado y del futuro o, por lo tanto, de su conjunción en una única etapa atemporal que se desarrolla en varias direcciones.
La tercera y última parte de la exposición renderiza definitivamente claro el cuestionamiento radical del artista hacia el significado más apropiado de estos gigantes temporales ironizando sobre la concepción consuetudinaria del término futuro, así como en las expectativas compartidas hacia esta dimensión temporal.
El futuro es ahora tan visible y claro que es más claro que el presente. Tan claro como para ser declarado, para ser autodeclarado: una verdadera tautología visual. Finalmente, lo que en realidad probablemente este muro textil y sus palabras repetidas “Tomorrow, tomorrow” quieran representar es un trampolín espacial, una referencia inmediata al espacio del presente que también incluye ese mañana o que incluye sin nominarlo. Y a ti, ¿te gustan las flores?
Domenico de Chirico, 2019