Superposición
Madera, 23
Sabrina Amrani se complace en presentar Superposición, la primera muestra individual de Paloma Polo en la galería.
Acumulación desigual de tiempo
La realidad y la ficción se convierten en esferas análogas siempre que se arroja una mirada crítica sobre la historia o incluso sobre la ciencia. Realidad y ficción funcionan como dimensiones paralelas de una constelación simbólica que afecta a la producción de conocimiento a partir de contextos sociopolíticos específicos. En este sentido, la presente exposición es el resultado de una acumulación desigual de tiempo (Milton Santos): capas superpuestas de historia y naturaleza, material científico y cultura simbólica —datos de muy variada procedencia, sedimentados en vidrio, fotografía, papel y celuloide que desafían e indagan críticamente en los multiversos que separan al ser humano de la naturaleza, a la naturaleza de la cultura y a la realidad de la ficción, relegando a los márgenes a culturas diversas con sus respectivas cosmologías.
En la línea de las investigaciones expansivas de Polo hacia una ecología del conocimiento (Boaventura de Sousa Santos) —que reconoce la diferencia y desborda constantemente las fronteras abisales de los discursos totalizadores de Occidente—, surgen aquí dos proyectos que se han encontrado en un camino común, en un cruce de preocupaciones. Al mirar a través del fenómeno del eclipse solar, The Path of Totality (2011) y Apparent Position (2012) rompen con los horizontes de visibilidad y estabilidad tanto en el ámbito político como en el epistemológico. Mientras que The Path of Totality fue impulsada por el interés de Polo en la historia de las expediciones imperiales ideadas para observar tales eventos astronómicos —como una oportunidad para ahondar en contextos científico-coloniales invisibilizados—, Apparent Position se centra en una expedición particular destinada a investigar la Teoría de la Relatividad como el as en la manga de los planteamientos metafísicos del siglo XX. La artista constantemente introduce referencias cruzadas entre ambas expediciones, abriendo un portal entre el pasado y el presente en tanto que temporalidades ficticias.
Al reevaluar este doble proyecto y, en el mismo movimiento, la miríada de información recopilada en archivos astronómicos dispersos por todo el mundo, va adquiriendo forma una nueva dimensión espacio-temporal El conjunto de obras de esta exposición podría considerarse tanto un espejismo producido por acontecimientos pasados como una inmersión “mise en abyme” en una serie de expediciones que encapsulan la atmósfera ideológica de la modernidad, imbuida de dogmatismo científico e impregnada por el ímpetu de los relatos históricos omnicomprensivos. A lo largo del siglo XIX y más allá, las diversas iniciativas que se emprendieron para observar eclipses solares fueron forjando una suerte de idea de totalidad —en la medida en que consolidaban el conocimiento "universal"— a la vez que formulaban un a priori epistemológico destinado a conformar una realidad unitaria a costa de cualquier otra cosmología preexistente. Tal y como postula la antropóloga Marisol de la Cadena, la historia de la modernidad y del colonialismo es la historia de la reducción de muchos mundos a un solo mundo.
Lo que sigue aquí es un intento de excavar ciertas capas de la historia en correlación con la incursión de la artista en un campo de estudio tan crepuscular como el eclipse mismo, es decir, la naturaleza de esas expediciones, en plena expansión colonial, y su impacto en las comunidades donde dichas empresas tuvieron lugar.
Notas sobre materias visibles e invisibles
Alcanzando tan lejos y con tanta precisión como le era posible a un telescopio de la época, la expedición británica de 1919 a Isla de Príncipe, liderada por el astrónomo Sir Arthur Eddington, fue crucial para la aceptación de las teorías de Einstein sobre la curvatura del espacio como consecuencia de fuerzas gravitacionales. Ese año, que había comenzado bajo el signo de la gran inquietud geopolítica que provocó el final de la Primera Guerra Mundial, terminó con un giro ontológico sin precedentes para las ciencias y el mundo moderno: la observación de un eclipse solar iba a grabar en piedra (en placas fotográficas, de hecho) las Leyes de la Relatividad como un conjunto de elegantes ecuaciones matemáticas destinadas a dar forma, a partir de entonces, a las relaciones espacio-tiempo; y al hacerlo, a desmantelar anteriores representaciones del universo.
En aquella época, una expedición de campo para observar tales fenómenos naturales era una prueba de resistencia, un tour de force tanto en lo referente a la parafernalia científica como al contingente humano, ambos esenciales para adentrarse en tierras ignotas y conocimientos no corroborados; es decir, para profundizar en terrenos que aún no se habían podido asir en tanto que evidencia visible. Cuando el día se transformó en noche el 29 de mayo, la luz proyectada por una constelación de estrellas próximas al eclipse habría de desviarse como resultado de la curvatura del espacio que el “sol negro” provocaría.
La historia suele contarse bajo la abrasiva luz diurna, mientras que la noche sigue siendo el misterioso reino de la especulación y del sueño. Sin embargo, en esa fecha, a las dos y cuarto de la tarde, momento en el que el eclipse alcanzó su totalidad, esta ecuación iba a ser subvertida; allí, en Isla de Príncipe, una remota colonia portuguesa frente a la costa occidental de África Central, nunca antes habitada antes de la llegada de los europeos en el siglo XV y que, sin embargo, en el año 1919 se había convertido en una tierra de plantaciones de cacao y caña de azúcar que aún empleaba mano de obra semi-esclava; el lugar de una violenta empresa imperialista que, en ese mismo momento de la historia, fue también el laboratorio “site-specific” para la observación de un acontecimiento metafísico paradigmático.
Sin embargo, al abrir nuestra mirada a otros terrenos científicos, nos topamos con una cuestión que atañe a la invisibilidad y que se pone de manifiesto en la zona oscura del eclipse, paradójicamente desvelando mundos no reconocidos —lo local frente a lo universal o, dicho de otro modo, frente a Occidente, sinónimo de "universal" en lo que respecta al globo terrestre, definido desde una perspectiva colonial. La noción de “aniquilar distancia” (Soojung-Kim Pang), entre la humanidad y el universo —y, en un sentido más bien pragmático, entre los imperios europeos y el mundo por conquistar— es clave para desentrañar tales esfuerzos científicos desde un punto de vista crítico. Por un lado, el establecimiento de leyes universales magnifica el control político sobre el conocimiento, la tecnología y los relatos históricos, mientras que, por otro, eclipsa fenómenos culturales, sociales y económicos enraizados en las mismas tierras donde se asientan los telescopios en medio de una comitiva de plutócratas europeos y de la siempre invisible mano de obra nativa exigida, y a menudo explotada, para tales empresas científicas.
Zona de totalidad
"Cuando la Luna se alinea directamente con la Tierra y el Sol, la sombra interior de la Luna, la umbra, barre la superficie de la Tierra creando un eclipse total de Sol. El recorrido de la sombra de la Luna a través de la superficie de la Tierra se denomina zona de totalidad (....). Para ver el Sol totalmente eclipsado por la Luna hay que situarse dentro de esta zona de totalidad"
Zona de Totalidad: Midiendo el tamaño angular y la distancia. NASA CONNECT
Las obras que Paloma Polo presenta en esta exposición son extractos, muestras y recreaciones de una perspectiva del mundo sesgada y quebrada —alejada de la visión del mundo de las poblaciones no occidentales en las que se observaron la mayoría de los eclipses a partir del siglo XIX o, incluso, alejada de la visión del mundo que podía tener el hombre o la mujer de a pie del mal llamado Viejo Mundo. Estas piezas se refieren al dispositivo epistemológico desarrollado al margen de la diversidad de cosmologías previamente coexistentes; al margen, en la medida en que se apodera de la naturaleza y la coloca bajo el paraguas de la convención y la regla, subordinándola a nociones axiomáticas de progreso económico y desarrollo tecnológico. En otro orden de cosas, los telescopios y otras tecnologías de representación y medición del mundo natural funcionan como extensiones prostéticas del cuerpo humano, mecanismos con un armazón estructural diseñado para la construcción del conocimiento científico —una maquinaria precisa en el confort del laboratorio, pero incierta cuando se encuentra en el campo abierto y expuesta a una realidad dinámica, siempre cambiante.
A la vez que The Path of Totality muestra estas construcciones del ingenio humano —los telescopios en sus emplazamientos temporales para la observación del eclipse—, expone la precariedad de los esfuerzos científicos en claro contraste (en un vis-à-vis) con sus propias teorías omnicomprensivas. Antimonumentos, estas arquitecturas representan un impulso totalizador imposible en pos de la unificación epistemológica, por lo que su propia edificación ecléctica es el resultado de una maniobra violenta y forzadamente sincrética; una maniobra que se deriva tanto de la supuesta abstracción de la empresa científica como de la realidad heterogénea que rodea su propia construcción, necesariamente dependiente de la mano de obra, la técnica y la materia prima local.
Lo mismo podría decirse de la obra "escultórica" On the difficulties of picturing the event, un collage de palabras y frases extraídas de informes de campo astronómicos que recrean imaginarios espacio-temporales mediante ejercicios basados en el uso lúdico del léxico científico. A medida que Polo reordena los cables sueltos que deja tras de sí el rigor científico, se dibujan imágenes dispares donde solo deberíamos ver líneas continuas de pensamiento sólidamente cimentado. Así, el mundo toma forma en lugares y relatos que sólo existen en los procesos de pensamiento abstracto y especulativo —como la propia ciencia que, aunque objetiva en teoría, es de hecho un campo de especulación.
Si el dibujo de Polo de las diferentes zonas de la totalidad podría representar una madeja o un nido (Thrown Shadow), esto es sólo en la medida en que el dibujo es la representación de algo más, un modelo de la naturaleza, decodificado en forma de datos legibles. Puesto que ni en la naturaleza ni en la ciencia las representaciones se corresponden realmente con los impresiones de los sentidos, aquí nos enfrentamos a construcciones exclusivamente culturales. Esta cinta infinitamente plegada sobre si misma fusiona en una sola imagen todas las zonas de totalidad de los eclipses totales de sol proyectados sobre la tierra desde que tuvo lugar la primera expedición astronómica en 1851 y hasta el año 2011; asimismo, alude al flujo de viajes, desplazamientos y expansiones mercantiles y políticas a lo largo y ancho del globo.
Del mismo modo, la serie Simultaneity is not an invariable concept representa el lugar de la inalcanzable iluminación que la observación del eclipse parece conceder; esta es, paradójicamente, una zona muerta de oscuridad, un punto ciego para todas las cuestiones ontológicas y antropológicas que quedan por comprender tras la expedición de 1919. Esta serie de 14 fotografías, producidas con la misma tecnología de época, son rigurosas recreaciones virtuales de una dimensión oculta en el tiempo, como si las imágenes hubieran sido tomadas desde diversos puntos de vista durante el mismo momento en que el eclipse total era observado por Eddington en la remota villa colonial de las plantaciones de Roça Sundy en Isla de Principe —una tarea inviable entonces, dado el tamaño y el peso de las cámaras, y su escasa precisión en la oscuridad. No obstante, la ausencia de presencia humana en esas desoladas fotografías es tan reveladora de la falta de datos sobre la expedición en lo que respecta a su naturaleza antropológica como sugerente en lo que se refiere al olvido histórico del entorno inmediato que, en última instancia, hizo posible esa observación en términos materiales. Como fantasmagorías de un pasado inalcanzable, estas imágenes conjuran perspectivas simultáneas sobre el mutismo de un momento impenetrable de la historia: el lapso de tiempo de un eclipse fundacional que cambió la vida, si no para los habitantes de la isla del Príncipe, sí para los propósitos del mundo moderno; de su ciencia y sus científicos.
Ninguna de las obras presentadas en esta exposición se encuentra unificada en su respectiva inmanencia, sino que mas bien, aparecen veladas, frágiles, exigiendo del público una actitud inquisitiva ante su propia existencia en el mundo. En su incompletitud, exigen el reposicionamiento y el reencuadre en tanto que actitudes políticas para repensar los modos de totalidad.
Bernardo José de Souza
Actividad subvencionada por el Ministerio de Cultura y Deporte