Merestone
Sallaberry, 52
Sabrina Amrani se complace en presentar Merestone, la tercera exposición individual de Jong Oh en la galería.
El título de la exposición hace referencia a las piedras que sirven de punto de referencia o que demarcan un límite de tierra. En esta exposición Oh propone una única instalación escultórica titulada ‘Room Drawing (merestone) #1’, que no es sino un equilibrio entre los rasgos propios de la galería y la obra en sí misma.
La práctica artística de Jong Oh es particular ya que no usa un estudio, sino que crea esculturas mínimas in situ que responden a una situación espacial dada. El espacio es su inspiración -el material que el artista usa-, estando absolutamente involucrado en su proceso de creación artística. El artista escucha atentamente lo que el espacio le sugiere con una predisposición mental abierta y flexible ya que el proceso es muy intuitivo. Cualquier elemento del espacio puede resonar y hablar al artista: un matiz de la arquitectura, un rayo de luz, una sombra, incluso marcas y grietas en la pared pueden ser elementos a los que el artista responde. Se podría decir que la obra del artista es un registro de la conversación que él mismo sostiene con el espacio.
Oh crea sus obras respondiendo a la configuración matizada de cada recinto en el que exhibe, construyendo estructuras espaciales al suspender e interconectar una selección limitada de materiales: cuerdas, cadenas, hilo de pescar, canicas, varillas de madera y metal e hilos de algodón pintados. Los elementos de sus obras parecen flotar o sostenerse por si mismos, y dependiendo de la relación espacial del espectador con estos, los elementos aparecen como conectados y cruzados o bien como absolutamente independientes: lo que sugiere dimensiones adicionales a un espacio tridimensional simple. Oh también usa la iluminación para crear sus composiciones donde sombras reales o líneas dibujadas por el artista en grafito extienden sus estructuras etéreas y favorecen el efecto de la ilusión óptica en un diálogo de líneas y planos.
Oh apela al espectador a cuestionar su propia percepción y la forma en que tiene que relacionarse con el espacio que lo rodea, ofreciendo un espacio para la meditación y la contemplación ante el ajetreo y el bullicio de la vida cotidiana contemporánea: un sutil y refinado haiku visual sobre la universalidad y el sonido del espacio. Su práctica desafía la suposición tradicional en la escultura de masas densas y objetos pesados, actuando como dibujos simples pero complejos que señalan las particularidades del espacio en el que habitan.