Una metáfora contenida del Universo
Virginia Torrente

Julia Llerena (Sevilla, 1985) desarrolla una capacidad máxima de abstracción en la acción de su trabajo, y esto es visible en el resultado. Es decir, en sus investigaciones, que podemos catalogar de arqueológico-memorísticas, no deja de mirar al suelo, pensando y estando a la vez en otros planetas. En una entrevista realizada hace ya unos años, Julia Llerena afirmaba –lo estoy sacando de su contexto- “trato de hacer una metáfora contenida del Universo”. Esta profunda inocencia de querer comprender el mundo puede que sea el motor de su obra. Y esto no es tan inocente como parece, sino que coloca como sujeto y protagonista de su relato al subconsciente, conformando una rotunda plasticidad física en la realización final.


En esa misma entrevista antes mencionada, también decía que “siempre he tenido la sensación de estar en otra parte”. Esa otra parte está en el subsuelo y aflora a la superficie de la mano de la artista, que tiene como cometido una observación metodológica a la que prosigue la recogida y clasificación de objetos encontrados para su posterior presentación. 


Ya lo dijo el maestro Robert Smithson en su día: “There is no order outside the order of the material (no hay orden más allá del orden de lo material)”, y esta frase la adopta Llerena como lema, donde ese orden se convierte en un lenguaje, investigando sobre la comunicación basada en un nuevo alfabeto objetual que la artista desarrolla en su creación. 


Exploradora urbana, Llerena, a la manera de Mark Dion, se interesa por los deshechos callejeros no perecederos (trozos de vidrio, acero, cemento, hierro, cobre, piedras, etc…) que cataloga como restos de unas pautas de comportamiento y consumo de nuestra civilización contemporánea. La diferencia con el método científico está en el resultado, donde la artista se deja llevar por las cualidades de lo recolectado, su atracción puramente matérica y estética. El escritor portugués Antonio Lobo Antunes dice que “Cada vez más, el material del que trato se vuelve autónomo, independiente de mi voluntad”. Esta frase de Lobo Antunes nos sirve de referencia porque Llerena, dándole la vuelta, lucha contra esa idea y convierte el conjunto de sus recolecciones en un lenguaje que quiere transmitir después de haberlo hecho propio.

La palabra estrato aparece repetidamente tanto en títulos como en explicaciones de sus obras, pero los estratos de Llerena no son todos subterrenos, sin que también se elevan a la superficie y parecen querer alcanzar un más allá.


De Llerena me gusta esa capacidad de mezclar abstracción y concreción, de soñar despierta, de “tratar de hace una metáfora contenida del Universo” y a la vez, de trazar unas líneas férreas de actuación. A partir de fragmentos recogidos simultáneamente tanto de manera casual como metódica, bajo un método de deconstrucción y reconstrucción, la artista retoma las palabras de Gilles Deleuze al pie de la letra: “Ser sensible a los signos, considerar el mundo como cosa a descifrar, es sin duda un don.”